MARISOL HERNÁNDEZ|Foto REUTERS|El Mundo|Madrid|Actualizado Jueves, 27 febrero 2020 – 02:13. Mesa cero del proceso de diálogo entre el Estado y la Generalitat y goleada de la parte catalana. El Gobierno comenzó a andar ayer, ya con paso firme, un camino que nadie sabe aún a dónde conduce, pero que aspira a encontrar una salida al «conflicto político» en Cataluña, restablecer «las relaciones afectivas» con esta autonomía y, de paso, ayudarle a aprobar los presupuestos del Estado y sujetar la legislatura. Apenas nada.
Con todos estos propósitos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por su vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y los ministros de Hacienda, María Jesús Montero (también portavoz del Ejecutivo); Transportes, José Luis Ábalos; Política Territorial; Carolina Darias; Sanidad, Salvador Illa (la cuota del PSC) y Universidades, Manuel Castells, que junto al vicepresidente tercero, Pablo Iglesias, ausente por un dolor de anginas, representa a Unidas Podemos, salieron a recibir a los jardines de La Moncloa a la delegación catalana que encabeza el president de la Generalitat, Quim Torra; su vicepresidente, Pere Aragonès; los consejeros Jordi Puigneró y Alfred Bosch, las diputadas Elsa Artadi y Marta Vilalta; el diputado Josep Maria Jové, investigado en la causa del 1-O, y el ex jefe de gabinete de los presidentes Puigdemont y Torra, Josep Rius.
No sólo los recibieron, salieron literalmente a su encuentro, en un inusual acto protocolario, que llevó a los representantes del Gobierno a acudir en busca de los dirigentes de la Generalitat a los jardines de La Moncloa para acceder juntos a una sala del edificio donde habitualmente se celebra el Consejo de Ministros y que acogió la reunión. Un insólito agasajo que se completó con un tratamiento preferente a Quim Torra, en la cesión de la sala de prensa para ofrecer su comparecencia o en la colocación de las banderas, dos españolas, dos catalanas, flanqueándolas. Fue el preludio de una intervención donde el presidente de la Generalitat dejó claro que para él la única respuesta posible que el Estado puede dar al problema político en Cataluña es la amnistía de los condenados del denominado procés y el ejercicio del derecho de autodeterninación. Su discurso habitual pero escuchado en La Moncloa, en el día que el Gobierno eligió para poner en marcha el proceso de negociación. Estas son, a su juicio, las dos cuestiones que suscitan el consenso de la ciudadanía catalana.
Y aunque el Ejecutivo asegura que está en las antípodas de esta posición, la mesa cero de la negociación se saldó con un comunicado conjunto donde, como sucedió en el ensayo de hace un año en Pedralbes, se omite el término Constitución y se sustituye por «seguridad jurídica» como marco de un posible acuerdo, se establecen reuniones mensuales, que alternativamente se celebraran en Madrid y Barcelona y una súper cita semestral con la participación de los presidentes y los vicepresidentes, que quedaran al margen en los encuentros corrientes.
Con ese compás, el Gobierno se vuelca en la búsqueda de una solución para Cataluña, que en estos momentos no existe, que probablemente, según dijo la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, habrá que inventar a través de «fórmulas imaginativas» y que no podrá alumbrarse «a corto plazo». Y aunque cuesta entender de qué van a hablar durante estos meses dos delegaciones -una que sólo contempla conseguir un referéndum de independencia y la amnistía y otra que no lo acepta- el Gobierno se escuda en que es necesario dialogar y que sólo así se llegará a «puntos de encuentro». Un elogio del diálogo que también tiene sus anclajes prácticos.
En las próximas semanas se convocará la comisión bilateral Estado-Generalitat, donde se tratarán asuntos prácticos de la llamada agenda del reencuentro, inversiones, mejoras económicas, para las que, avisó María Jesús Montero, harán falta unos nuevos presupuestos.
Porque el tratamiento que el Gobierno dispensó ayer a la Generalitat, ERC y JxCat tienen hoy en el Congreso la oportunidad de agradecerlo con el voto favorable a los objetivos de déficit y el techo de gasto, la antesala de las cuentas del Estado. Y la propia ministra aseguró ayer que tiene «confianza» en que se aprobará. Con el voto favorable de ERC y Bildu, con quien ayer el Grupo Socialista mantuvo contactos, es suficiente. Pese a que la formación catalana no ha desvelado aún su postura, el éxito de la reunión abre de par en par la puerta a su respaldo. Sobre todo porque fuentes de ERC dan incluso por hecho que votarán a favor del proyecto de los presupuestos, aunque nadie lo verbalice todavía públicamente.